Benditas vacaciones. Todo un mes de joda, si señores, así nos la pasamos, entre fiestas y guitarreadas, excursiones de lo más bizarras y demás. Es curioso como, al estar completamente al pedo (desde el punto de vista de nuestros padres, claro está) no entramos ni una sola vez a este glob de ideas, cómo lo bautizó Peperina, nuestro primo y de alguna forma que el no alcanza a ver, mentor. Ahora, en cambio, que terminamos las vacaciones, que este fin de semana volvemos a la Gran Ciudad (donde la gente aún usa gomina, bla bla bla), van a vernos, o leernos, o vernos leyendo, o leernos viendo o ¡JA! ¿eh? bue, vamos a estar más presentes, después de nuestro muy merecido descanso, porque sí, es difícil ser varias personas y una a la vez mientras se estudia, se medita, se actúa y muchos etcéteras que no queremos nombrar. "El amor..."
En fin, como seguramente nos deben haber extrañado, vamos a contarles un par de cosas que nos sucedieron durante este porcino recreo, espero las disfruten y se asusten como nos asustamos nosotros primero. Como es algo largo y nunca tenemos tema para presentarnos aquí, vamos a dividir esto en dos presentaciones, ¿va?
Para empezar así lechuguita, vamos a contarles lo más reciente que nos pasó aquí en la rotondosa ciudad de General Roca. Hace un par de noches, no más de dos (redundante), el Lunes para ser exactos, juntámonos entre algunos amigos a jugar al Pool en el Molino, un bar de por aquí y allá. Entramos al tabernáculo a la 01:00 AM, una de la mañana para los que no saben interpretar los números. Éramos 8, por lo cual nos dividimos en 4 equipos de a 2 e hicimos un torneo. Como era de esperarse mi compañero y yo ganamos todos los partidos, pero esa es otra historia que ahora no nos compete. Habiendo terminado a las 3 AM nos dividimos en dos autos y fuimos a recorrer la ciudad (arde Roca los Lunes por la noche). Fue ahí cuando empezó todo.
Comenzamos a dar vueltas en busca de algún bar o pub abierto un auto detrás del otro cuando el primero, en el cual iban cuatro de nuestros compañeros, nos avisó que iban a dejar a uno de los individuos. Nosotros, que íbamos en el otro auto, seguimos nuestro recorrido por la Tucumán (ver mapa). Acá deben permitirnos hacer un paréntesis para que entienda la gravedad del asunto. La Tucumán es la calle del centro de la ciudad, como Florida en Buenos Aires, con la única diferencia de que se permite que circulen autos, como si fuera la Avenida Corrientes. Allí está "todo el mundo" y es uno de los dos puntos de encuentro de los adolescentes (personitas que adolecen) y los jóvenes (todo lo que no son ustedes). El otro punto de encuentro es el Canalito, pero se merece prolegómeno aparte.
Bien, sigamos. Estábamos en ese auto cuatro del grupete que compitió en el torneo. Por cuestiones de seguridad e higiene, no vamos a dar nombres así que vamos a poner seudónimos a los circulantes. Al volante iba Piernaslargas, a su derecha, en el asiento del conductor, estaba sentado Elcabezón y atrás viajábamos Elnegro y nosotros, es decir, Usted. Como Piernaslargas manejaba, los otros tres ya nos habíamos resignados a un paseo sin destino permanente, la famosa vuelta por el Centro, (a no confundir con la Vuelta de Rocha y la Vuelta de Batman y sus amigos) cuando en determinado momento Piernaslargas, en un repentino ataque de locura, frenó a mitad de cuadra en la Tucumán entre Neuquen y Don Bosco (ver el círculo amarillo que contiene un número 1, en el Plano). antes de que pudiéramos reaccionar, dio una vuelta en U e hizo media cuadra contramano hasta tomar la Neuquen para el lado de las Vías del Tren.
Como se darán cuenta, esto es una locura, pero la cosa no termina ahí, empieza. Al llegar a la 9 de Julio, en vez de seguir hacia el otro lado de la ciudad, Piernaslargas subió hasta la Santa Cruz y viró hacia la derecha, otra vez apuntando a la Tucumán (ver el número 2). Sin embargo no llegamos a la susodicha calle céntrica porque apenas entramos en la Sta Cruz vimos que en la otra esquina estaba parado un patrullero, para ser más exactos, una Eco Sport, nuevo medio de transporte de la Policía. Al ver al móvil policiaco, en vez de seguir derecho y pedir disculpas, como le aconsejamos que hiciera, el conductor frenó, apagó el auto y bajó las luces, advirtiéndole a la Eco que algo raro estaba pasando. Los canas, por supuesto, hicieron marcha atrás y encararon hacia nosotros, pero no tuvieron mucho tiempo para preguntarnos que había pasado ya que Piernaslargas encendió el automóvil -un Corsa-, hizo marcha atrás y se dio a la Fuga.
¡CHAN!
Si, así como lo oyen, nos dimos a la fuga de la policía, tomamos la 9 de Julio contramano, la Neuquen contramano, la San Martín contramano y así unas veinte cuadras con la policía pisándonos los talones hasta que al llegar a la Gadano, por la Santa Cruz (ver punto 3), Piernaslargas se metió en la entrada de una casa y nos cerraron el paso no uno sino tres patrulleros.
Creemos que ese fue el momento en que nos avivamos de que estábamos perdidos. Piernaslargas se bajó del auto y los policías, tras vaciarle los bolsillos, lo cagaron a trompadas, pegándole patadas y tirándolo al piso. Al Negro, al Cabezón y a mi (Usted, no se olviden) nos hicieron bajar del auto y ponernos contra el baúl, las manos arriba y dándoles la espalda. Nos palparon en busca de armas y objetos raros (uno nos tocó la hombría, realmente desagradable) y luego nos subieron a la Eco para que no viéramos cómo le pegaban a Piernas, obligándonos a bajar las cabezas y quedarnos quietos.
15 minutos más tarde estábamos entrando a la Comisaría (ver punto 4) donde Piernaslargas nos esperaba de espaldas y apoyado contra la pared, con sus pertenencias, cordones y cinturón en el suelo. Nos colocaron a los cuatro en la misma posición y nos obligaron a vaciarnos los bolsillos y sacarnos los cordones, el cinturón y a algunos collares y pulseritas. Mientras tanto los cinco policías que nos custodiaban nos revisaban y se burlaban de nosotros, citando el ya famoso "¿estashh nerviosho che?" de Tinelli y algunas pelotudeces más. Después de cerciorarse que no escondíamos armas o drogas nos metieron en una celda a oscuras mientras a Piernas se lo llevaban a la oficina del Oficial para interrogarlo. Diez minutos después volvió y uno por uno nos fueron llevando para hacernos preguntas y firmar declaraciones.
Por supuesto que todos dijimos la verdad, incluso testificamos haberle gritado a Piernas que frenara y que el estaba asustado y en estado de shock. Después de un rato de burlas e incertidumbre nos trasladaron al último calabozo de la Comisaría, más grande que el anterior, pero con ventanas a la altura del techo que permitían que entrara todo el frío. Para ese momento ya eran las cuatro de la mañana y nadie sabía dónde estábamos ni qué nos había pasado.
Se nos hace difícil explicar la sensación que uno siente al estar encerrado en una celda sin poder comunicarse con nadie. Allí no se es persona, se está a la merced de los cabos y oficiales, a su disposición. La mazmorra (queda mejor con ese nombre) no era para nada cómoda. No tenía camas ni bancos. Hacía frío y había muchísimo olor a pis/orina/meo para los guazos. Las paredes estaban escritas con sangre y no había un puto sonido que nos distrajera. Al no tener celulares y reloj contábamos las horas según los campanazos de la Iglesia del centro. A eso de la 4 y media nos sentamos todos juntos en una esquina tapándonos con una sábana rota que nos tiraron que más que abrigar enfriaba.
No sabemos cuánto tiempo estuvimos ahí pero mientras duró la incertidumbre y el miedo reinaron. Nosotros, Usted, no los otros tres, curiosamente estuvimos calmos y hasta curiosos (sea aquí que valga la redundancia). Era nuestra primera vez en un calabozo y no quiero exagerar, pero de alguna extraña y bizarra manera lo disfrutamos. Si, creanlo, somos tan pelotudos como parecemos, pero tienen que entender, nos pusimos a cantar Sui Generis y a tararear canciones de Leon Gieco y cuando decimos cantar no hablamos de susurros sino a todo pulmón y con la boca bien abierta. Leímos varios de los escritos que cubrían las paredes y especulamos con alguna condena, sabiendo en el fondo que no habíamos hecho nada malo, pues, suene a traición o no, la culpa era de Piernaslargas (no testificamos en su contra, no vayan a creer que...) y solo era cuestión de horas antes de que saliéramos.
Finalmente, cuando la campana sonó 7 veces (correctamente dedujimos que eran las 07:00 AM) abrió la puerta un cabo para trasladarnos a un cuarto más “acogedor”. No sabemos muy bien que piensa la policía sobre la palabra calor, pero allí hacían los mismos –7,0º que en el calabozo. No obstante, por compasión o miedo a los comentarios de la sociedad, nos llevaron de a dos a la oficina del Oficial al Mando para que nos calentáramos en la estufa y nos distrajéramos un poco, viendo televisión y fumando un cigarrillo.
A las 09:00 hs nos dieron en libertad pero no pudimos regresar a nuestras casas ya que tuvimos que ir al Juzgado de Paz a que nos dieran la libertad formalmente y a firmar unos papeles. OJO, las sorpresas no acaban aquí. El Juez nos informó que los cargos contra Elnegro, Elcabezó a nosotros se debían a haber presentado resistencia, insultar a la policía y hacer sonidos burlescos.
¿En qué cabeza cabe que tres jóvenes de 18 años se burlen de la Policía al haberse escapado contra su voluntad de un patrullero y estar paralizados del miedo? ¡Pero por favor, es un bochorno! Nos quejamos durante un buen rato y finalmente nos borraron los cargos y nos dieron en libertad, no sin que antes Piernas pagara una mínima multa de $50 y firmara unos papeles.
Al llegar a nuestra casa nuestros viejos, por supuesto, ni enterados dormían plácidamente.
Lo que hay que ver
Cambio y fuera Fufurufos