Siguiendo con esta cosa didáctica (llamémosle así, todos sabemos que como argentinos tenemos mal de cosa) nos pareció oportuno utilizar este espacio, nuestro glob, para aclarar ciertos aspectos de estilo.
Al parecer algunos lectores y lectoras -no vamos a discriminar porque sean mujeres, chupate esa Cristina- no terminan de comprender por qué hablamos de nosotros en plural cuando en teoría se supone que somos uno solo, conocido como Usted. Al principio nos pareció demasiado obvio y nos limitamos a contestar con un muy educado: "Está invitado/a a tomar el té". Sin embargo, para el día sábado ya eran demasiadas las quejas, y entre la violencia periodística y que nadie aviso que no podía venir, decidimos aclarar.
Empecemos por el principio, que siempre es un buen punto de partida. Cuando Dios creó el mundo y decidió que iba a convertir sus caries en seres humanos, nos dio algo que solemos (mal) llamar inteligencia. Bien, esta cosita diminuta que con el correr de los años fuimos dándole cada vez más importancia hizo que algunas personitas conocidas como semiólogos-franceses en su mayoría- inventaran cosas como la teoría de la enunciación y también que genios desquiciados hallaran en el ser humano pavadas como el alter-ego y el superyó (todos tenemos un Clark Kent adentro).
En cuanto al yo de la semiología, creemos que es muy sencillo. En el discurso, la palabra “yo” cumple la función de un deítico: hace referencia a las instancias de la enunciación y sus coordenadas espacio-temporales. A la vez hay que tener en cuenta que hay un yo narrador y un yo enunciador, que no son para nada lo mismo. Para Greimas, un semiólogo de esos que odiamos en el CBC, el decir “yo” en el discurso implica a la vez la existencia del “no-yo”, que sería algo así como el Agente Smith de Neo, el Guasón de Batman, el radicalismo del peronismo, el travesti del hombre, bla bla bla. Y no olvidarse también del sujeto cognitivo y el pragmático, que son dos cosas completamente diferentes.
¿Me van siguiendo? ¿No? Bueno, no importa, no voy a repetir todo. La cuestión es que, al parecer, adentro tenemos a muchos otras copias de nosotros mismos que están presentes constantemente, aunque no lo notemos. Seríamos algo así como Alien, no? todos llevamos uno adentro. No, no estamos embarazados de nacimiento ¿son idiotas? Tampoco somos un canguro. Lo de Alien era una comparación, un ejemplo… Vamos, Pardiez, ¡utilice la "inteligencia"!.
Respecto al alter-ego y el superyó. Bien, todos conocemos la historia del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. No vamos a profundizar al respecto, si quieren entender vean la película o compren el libro. Por otro lado, el superyó, junto con el ello y el yo, son conceptos fundamentales en la teoría del psicoanálisis con la que Sigmund Freud intentó explicar cómo funciona la mente.
Redondeando, porque es evidente que no vamos a poder seguir con esta explicación –o curveando, ovalando, completando, concluyendo.. Dios, ¡cuántos sinónimos conocemos!– si hablamos en plural es por ciertas cosas de franceses, psicólogos y psicólogos franceses, ¿capish? Además, hablar en plural, separándose de lo que se dice, estableciendo una distancia, da seriedad y categoría.
Clase, puede salir al recreo.
Lo dijo un soldado romano a Dios.
Hace 11 años